Tras el anuncio histórico el 9 de Noviembre de 1989 de que se abría la frontera entre las dos Alemanias y después de la destrucción del Muro de Berlín, más de 6.000 perros de la vieja RDA (República Democrática Alemana) fueron abandonados y olvidados. Su trabajo como guardianes ya no tenía sentido.
La frontera de hormigón que separaban el Este y el Oeste de Berlín contaba con miles de perros de guardia con el fin de garantizar la seguridad y el respeto de las fronteras allá donde el hombre difícilmente podía llevar a cabo esta función.
El pastor alemán era un perro muy popular como “perro del Muro”, aunque otras razas grandes como el Rottweiler, el Dogo Alemán o el Griffon formaron también parte de las tropas de seguridad del Muro.
La tarea de estos perros era la de proteger los pasos fronterizos y ahuyentar a las personas que intentaban atravesar el Muro, hasta que las patrullas de la frontera les atrapasen. Los perros estaban atados a una cadena de cinco metros de longitud que a su vez estaba unida a un cable de acero que recorría aproximadamente 100 metros de longitud a lo largo del Muro.
La vida de estos perros fue dura y muy penosa. Vivían en condiciones climáticas muy frías, y sin apenas contacto con sus compañeros los perros o los humanos. Eran alimentados cada dos días con raciones muy escasas. Estas condiciones de vida empeoraban la esperanza de vida de estos animales, que morían jóvenes, y muchos de ellos desarrollaron lo que se llamó el “síndrome del muro”: los perros ladraban sin cesar, incluso cuando apenas podían tenerse en pie.
En ocasiones los perros del Muro eran sacrificados cuando ya no servían para hacer su trabajo. Otros, murieron ahorcados al enredarse en sus propias correas al no contar con supervisión humana.
¿Qué fue de los perros del Muro de Berlín después del 9 de Noviembre de 1989?
El destino de estos animales no fue evidentemente la prioridad de este hecho histórico. Más de 2.000 perros desaparecieron (obviamente fueron sacrificados). La Asociación Alemana de Protección Animal hizo todo lo que estuvo en su mano para salvar al máximo número de perros y corregir los comportamientos que aprendieron durante su cautiverio. Esto permitió a 1.500 perros convertirse en perros de guardia en hogares particulares. El resto, (aproximadamente 2.500) terminaron en las perreras sin muchas esperanzas de ser adoptados.
El destino incierto de estos pobres perros también ha llamado la atención a personas fuera de las fronteras alemanas. Existe una bonita historia con final feliz: la de tres perros del Muro que tuvieron la oportunidad de tener una jubilación al sol. En Marzo de 1990, dos pastores alemanes llamados Juro y Betty, y un Schnauzer llamado Valco, fueron adoptados por una familia de Mallorca.
Sin embargo, la adopción de perros del Muro no fue tan fácil, dada su reputación en los medios de comunicación como bestias sedientas de sangre y perros poco sociables.
La Asociación Federal de Protección Animal ha tenido que luchar muchísimo por dejar atrás estos prejuicios y poder rehabilitar a los perros del Muro de Berlín.
Muchos de ellos quedaron en el olvido. Hoy queremos dedicar este humilde artículo a todos esos perros, porque la Memoria no es un privilegio reservado sólo para los hombres.
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